En términos generales, uno puede decir que hasta antes de que el mismo Lull desplegara aquel manto de duda de mi recuerdo, él se había dedicado con decisión a tratar de esclarecer el sentido del uso comunicativo de los recursos culturales por parte de las personas comunes y corrientes en la sociedad mediatizada moderna (1997, 2000, 2001 y 2007). A desarrollar una perspectiva que defendía que “los seres humanos no pueden ser considerados como desesperanzadoramente inscritos en estatus y roles determinantes, prisioneros de las estructuras ideológicas y culturales, y de las instituciones que los rodean y guían“ (2007: x).
El rastreo del origen de este interés nos lleva hasta el inicio de su trabajo empírico a mediados de los setentas, particularmente a ‘Mass Media and Family Communication’, su tesis de doctorado en 1976, cuando, y aunque con cierta afinidad con el enfoque de los ‘usos y gratificaciones’ derivado del funcionalismo (Katz, Blumer y Gurevitch (1985), además de con influencias de la fenomenología (Schutz 1995), el interaccionismo simbólico (Blumer 1969), y sobre todo por la etnometodología (Garfinkel 1987), Lull se dedicó a investigar in situ los ambientes familiares del visionado de la televisión. Como se aprecia en la literatura académica que produjo por aquellos años, Lull condujo una serie pionera de investigaciones de tipo etnográfico, para documentar las prácticas de las familias y sus miembros al ver televisión. Lull llevó a cabo sus estudios en contextos cotidianos bien variados. Unos podrían ser considerados más o menos laxos y hasta confortables, como los de las familias norteamericanas de los años setenta (Lull 1976, 1978, 1982a, 1982b, 1987b, 1988a, 1990), y otros bastante más abrasivos e incómodos, como el de las familias Chinas de los ochenta que Lull estudio y documentó profusamente por casi diez años (1990 y 1991).
David Mateo
15 de Marzo de 2023
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